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Según los informes, en las prisiones cubanas, decenas de miles de reclusos están sujetos a mano de obra forzada para producir bienes de consumo destinados no solo a la economía nacional, sino también para la exportación, particularmente a Europa.

Los defensores de los prisioneros de la ONG revelaron sus hallazgos en un informe detallado publicado el lunes, basado en documentos oficiales cubanos verificados por el Instituto de Investigación de Políticas de Crimen y Justicia en la Universidad Birkbeck en Londres, investigación de campo y testimonios de ex presos anteriores y actuales.

De los 90,000 reclusos y 37,458 personas que sirven condenas de prisión abiertas identificadas en la isla, el informe estima que 60,000 reclusos, incluidos los prisioneros políticos, están sujetos al trabajo forzado en Cuba, en condiciones similares a la esclavitud.

El informe proporciona una descripción detallada de un sistema de trabajo forzado a gran escala organizado dentro de una red de 242 instituciones penales, incluidas las prisiones tradicionales, pero también los llamados «centros correccionales», «campamentos» y «granjas».

Las tareas impuestas a los prisioneros variaron, que van desde los trabajos agrícolas, industriales y de construcción hasta la recolección de basura y la limpieza de calles, hospitales y estaciones de policía.

Los testimonios recopilados en el informe describen las duras condiciones de trabajo y una vida diaria llena de privación, acoso y violencia, todo bajo estrecha vigilancia.

«Nos obligan a trabajar de la mañana a la noche, bajo el sol abrasador, sin suficiente comida o agua. Si se niega, la violencia es inmediata. Varios de mis colegas colapsaron por el agotamiento, otros fueron encerrados en confinamiento solitario durante días, solo por hablar», recordó Jorge, un ex prisionero político.

«Trabajar descalzo en los campos de caña de azúcar, bajo la lluvia y el calor, es como ser una esclava», dijo María, ex prisionera de la ley ordinaria. «Sin compensación, sin respeto. Es una vida de sufrimiento donde te preguntas todos los días si lo logras».

Además de la falta de herramientas adecuadas y condiciones de seguridad mínimas, que conducen a numerosas lesiones, una gran mayoría de los testigos informan un grave deterioro en su salud como resultado del trabajo forzado y la falta de atención médica.

La producción de caña de azúcar y especialmente carbón de Marabu Wood, el principal producto agrícola producido por los reclusos, se encuentra entre las actividades más arduas impuestas a los prisioneros, según el informe.

«Para producir carbón, dormimos en los campos, sin una cama o un techo. Tenemos que construir chozas improvisadas y solo podemos dormir con fardos de paja … solo podemos beber agua sucia de un canal o de las vacas en la granja vecina», confió a un interno.

Carbón y cigarros, un negocio de prisión opaca

La investigación indica que la producción de estos establecimientos está destinada en gran medida a la exportación.

Según el informe de los defensores de los prisioneros, citando datos del Observatorio de Complejidad Económica (OCE) y el Banco Mundial, en 2023, «El carbón producido por el trabajo esclavo fue el sexto producto más exportado de Cuba, lo convirtió en el noveno mayor exportador de carbón en el mundo.

Los principales destinos son España, Portugal, Grecia, Italia y Turquía, con el carbón cubano producido en las cárceles presentes en todos los países europeos, según los hallazgos del informe.

Otro sector lucrativo del comercio de la prisión involucra tabaco, y más específicamente la producción de los icónicos cigarros de los Habanos.

«El trabajo forzado afecta al sector de la producción de cigarros cubanos del tabaco y la Habana, controlado por Tabacuba, en una forma mixta de civiles y prisioneros especializados sometidos a mano de obra forzada», declaró a los defensores de los prisioneros, basados ​​en numerosos testimonios y una auditoría de siete prisiones cubanas.

El informe cita el ejemplo de la fábrica de cigarros en la prisión de máxima seguridad quivicana, donde trabajan 40 reclusos, supervisados ​​por dos civiles especializados.

Los prisioneros trabajan hasta 15 horas al día, excepto los domingos por la tarde, sin descansos ni bocadillos. Se les paga poco más de € 6 por mes, en comparación con alrededor de 100 € para civiles.

Según la información recopilada por la ONG, las fábricas de cigarros ubicadas en muchas cárceles cubanas representan una gran parte de la producción de cigarros cubanos para los mercados extranjeros, cuyos márgenes en las exportaciones a Europa son casi el 100%, lo que representa un negocio muy lucrativo para el gobierno en La Habana.

Terminar el silencio internacional

También es un negocio lucrativo para los distribuidores e importadores extranjeros, particularmente los europeos, que se benefician directa o indirectamente del trabajo de los prisioneros cubanos.

La optica de las cadenas de suministro y los canales de distribución, que a veces pasan a través de subsidiarias locales o socios comerciales, dificulta la trazabilidad del producto y, en consecuencia, la responsabilidad de las empresas extranjeras.

Los defensores de los prisioneros han instado a la comunidad internacional a tomar medidas para poner fin a los trabajadores forzados, que está prohibido por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Trabajo y la Convención Europea de Derechos Humanos.

Las medidas concretas recomendadas por la ONG incluyen la imposición de un embargo dirigido en los productos hechos con mano de obra forzada, particularmente las exportadas a Europa, y la suspensión de cualquier acuerdo de comercio o cooperación con Cuba mientras persista el trabajo forzado.

Sin embargo, en ausencia de esto, las líneas han cambiado dentro de las instituciones europeas. En noviembre pasado, el Consejo Europeo adoptó una regulación que prohíbe la ubicación en el mercado, la importación y la exportación a la UE de productos fabricados utilizando mano de obra forzada, independientemente de su país de origen.

Esta regulación, que entrará en vigor en diciembre de 2024, está lejos de ser concretada. Los Estados miembros de la UE tienen hasta diciembre de 2027 para comenzar a implementarlo.



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