La multitud en Target Center el lunes por la noche se anunció en 19,250, y a los titulares de boletos se les permitió ver la grandeza de primera mano. La respuesta para una gran mayoría de esos testigos fue abuchear a ese individuo en voz alta como máximo en cada paso.
Timberwolves del entrenador Chris Finch enfrentaba esa grandeza en un Juego 4 que los volvería a poner en esta serie o básicamente sellar su destino como subcampeón de la Conferencia Oeste para la segunda temporada consecutiva.
La reacción de Finch fue pasar la primera mitad quejándose ante el árbitro más cercano, generalmente Bill Kennedy, tan incesantemente que nuestro chico Finchy salió como ridículo, incluso desde la distancia de media arena de distancia.
Shai Gilgeous-Alexander, el guardia de 6-6 que pudo mostrar el premio MVP de la NBA a la base de fanáticos de Oklahoma City la semana pasada, se sacudió los esfuerzos defensivos de los Lobos que permitieron los triples abiertos para sus compañeros de equipo y totalizó 40 puntos en la victoria 128-126 del Thunder.
Se pensó que el MVP debería haber ido una vez más a Nikola Jokic de Denver con sus llamativas estadísticas, pero también hay una conclusión en la que los grandes jugadores de los grandes ganadores tradicionalmente reciben el visto bueno para este premio de temporada regular.
Eso favoreció a Gilgous-Alexander y Oklahoma City, 68-14, a los 50-32 de Nikola en un equipo que despidió a su entrenador cerca del final del calendario. Y cuando Jokic y Denver pudieron llevar al Thunder a un Juego 7 en la segunda ronda, Oklahoma City los sacó 125-93, con Jokic y los otros titulares de Nuggets retirándose al banco temprano.
El sábado, Gilgeous-Alexander fue 4 de 13 desde el campo, anotó 14 puntos y se sentó gran parte del cuarto trimestre cuando los Lobos lograron una victoria 143-101. El nivel de pánico sobre esto con el Thunder era cero, tal como era contra Denver.
La razón principal de esto fue Gilgeous-Alexander. Parece claro que el joven de 26 años no se sacude por las noches. Y ciertamente no es sacudido por multitudes hostiles que llenan una arena con abucheos cuando toca la pelota, así como los cantos destinados como el ridículo.