A principios de este año, la Dra. Jeanne Marrazo, quien dirigió el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas en los Institutos Nacionales de Salud, descubrió que los nombrados de Donald Trump cuestionaban repetidamente el papel de las vacunas en la protección de la salud. Cuando planteó preocupaciones, Marrazo fue degradada.

Ese, sin embargo, no fue el final de la disputa. El especialista en enfermedades infecciosas presentó una queja de denunciantes, y como informó el New York Times en una nueva pieza, eso parece haber llevado a su expulsión. Del artículo:

Tres semanas después de que un científico destacado de los Institutos Nacionales de Salud presentó una queja de denuncia contra la administración Trump, el secretario de salud Robert F. Kennedy la despidió, según su abogado y una copia de la carta de terminación. … La Dra. Marrazo dijo en su queja el mes pasado que el NIH la había colocado en licencia administrativa después de que ella se opuso a las acciones de la administración de Trump que, según ella, habían en peligro sujetos de investigación, desafiaron órdenes judiciales y socavaron la investigación de vacunas.

En teoría, Marrazo podría haber podido recurrir a la agencia federal dedicada a proteger a los denunciantes, pero Donald Trump despidió a su director y destripó la oficina.

Empeorar las cosas es la familiaridad de las circunstancias. De hecho, fue a principios de esta semana cuando dos abogados de derechos civiles del gobierno que hablaron sobre los esfuerzos de la administración Trump para limitar la aplicación de la Ley de Vivienda Justa fueron eliminados de sus puestos y escoltados del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano.

Aproximadamente un mes antes, Charles Borges, el ex director de datos de la Administración del Seguro Social, presentó una notable queja de denunciantes que llevó a su «renuncia involuntaria».

En teoría, no hay nada especialmente partidista o ideológico sobre los denunciantes. A veces, aquellos que trabajan en agencias federales verán algún tipo de irregularidades: corrupción, mala gestión, ineficiencias, fraude y mal uso de recursos, etc., y les interesa tener un sistema en el que tales testigos puedan presentarse, con confianza en el conocimiento de que serán escuchados y respetados sin ser castigados.

En la práctica, ese sistema parece desentrañarse con una velocidad desconcertante, enviando una señal a los funcionarios federales: aquellos que hablan deben esperar ser castigados.



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